La formalidad indica que se trató de un debate entre candidatos a intendente de San Miguel de Tucumán. Pero la realidad muestra que estuvo en juego mucho más que eso. Esa amplificación quedó de manifiesto en la previa, durante las exposiciones y al cierre. Grupos de militantes con carteles y cánticos en la peatonal, cuatro candidatos a gobernador y varias decenas de funcionarios y referentes de cada sector atentos en la Redacción de LA GACETA. Por momentos, las casi dos horas de intercambio evidenciaron la trascendencia que tiene en esta campaña la sucesión capitalina.
En la ciudad cabecera de Tucumán votan alrededor de 460.000 personas: el 36% del padrón de electores provincial. A cada candidato lo rodearon dirigentes, como una suerte de “scrum”. Eduardo Verón Guerra llegó junto a Ricardo Bussi y a Gerardo Huesen; Beatriz Ávila escoltada por Germán Alfaro y por Roberto Sánchez, además de muchos funcionarios y líderes de acoples; a Juan José Paz lo secundaron Martín Correa y Alejandra Arréguez; y José Vera recibió el apoyo de Federico Masso y de Florencia Guerra. Diferente fue el caso de la oficialista Rossana Chahla, que tuvo un batallón de funcionarios y referentes territoriales de la capital para vivar cada una de sus intervenciones. Sin embargo, Osvaldo Jaldo y Juan Manzur estuvieron ausentes.
La tensión en el estudio se vivió también entre los invitados de uno y de otro sector. Gritos entre militantes de izquierda y el bussismo, y fríos saludos entre los rivales a gobernador presentes. En cambio, ese distancia contrastó con la cercanía entre los dirigentes del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio. Algunos, colegas en la Legislatura o en el Concejo Deliberante; y otros, viejos compañeros de militancia en el peronismo, hoy enfrentados.
El debate exhibió nervios al inicio, traducidos en furcios de los postulantes y en un primer tramo enredado, a los gritos. Luego llegó una etapa de relativa templanza, en la que los cinco candidatos pudieron expresar sus propuestas y discutir, en un marco de entendimiento. Allí entonces quedaron expuestas las debilidades y fortalezas de cada uno pero, fundamentalmente, las intencionalidades. Ávila buscó relacionar a Chahla con la epidemia de dengue y las quejas en hospitales, aprovechando los embates de Paz, médico del sistema público de salud. Y la diputada nacional se focalizó en exponer las falencias de la administración municipal que lidera el esposo de la senadora y en su ausencia en sesiones “clave” del Congreso. El bussista Verón Guerra, de a ratos, terció en esa disputa fulminando la gestión de Alfaro. Paz, el candidato de Libres del Sur, intentó hacer pie entre la virulencia y los gritos de uno y de otro costado.
El segundo ciclo de debates de LA GACETA sirvió de antesala para que lo se viene: la pulseada entre los postulantes a vicegobernador, primero; y a gobernador, después. Pero dejó en claro que, a menos de tres semanas de las elecciones del 14 de mayo, ya nadie está dispuesto a ceder espacios ni segundos. La campaña, finalmente, ha comenzado.